Cómo armar tu propio cuarto de cultivo de cannabis
Si llegaste hasta acá es porque estás con ganas de mandarte tu propio cultivo en casa. Y la verdad: ¡alta decisión te mandaste! Cultivar tu propia marihuana no solo te asegura una buena provisión de flores, sino que también te conecta con la planta, te mete en el mambo del autocultivo y hasta te puede cambiar la cabeza. Es como una terapia, posta. Te baja el estrés, te pone en modo zen y encima terminás con cogollos de primera hechos con tus propias manos. ¿Qué más querés?
Ahora bien, para mandarte un cultivo en serio, necesitás un espacio piola. No hace falta una mansión, eh. Con un metro cuadrado bien aprovechado ya podés sacar una cosecha decente. Eso sí, hay varios puntos a tener en cuenta si querés que todo funcione bien: desde la luz, el olor, el clima, hasta la seguridad. Tranqui, que te explico todo paso a paso.
Elegí bien el espacio
Siempre hay un rincón que se puede adaptar: un placard que no usás, un vestidor, una habitación chica, el lavadero, lo que sea. Pero fijate que sea un lugar discreto, fácil de ventilar y que no moleste a nadie. O sea, si tenés un vecino medio botón o vivís con más gente, tratá de que no se escuche el ruido de los ventiladores ni se filtre la luz o el olor.
Si querés evitar quilombos, una buena es comprarte una carpa de cultivo. Son fáciles de armar, mantienen la temperatura, el olor y la luz bien adentro, y te hacen la vida más simple.
Aislamiento lumínico
Esto es clave. Si se te escapa la luz del cultivo, no solo canta la posta a los vecinos, sino que también puede hacerle mal a las plantas. Cuando estás en floración, necesitás que tengan 12 horas de oscuridad total. Si entra luz en ese momento, las estresás y pueden salir hermafroditas, o sea, plantas que largan flores y polen. Y ahí cagaste la cosecha.
Hacé la prueba: poné la luz al mango y fijate si se escapa algo. Si ves alguna rendija, tapala con cinta americana (¡varias capas!) o lo que tengas a mano. Ah, y tapá también las lucecitas LED de los aparatos tipo humidificador o deshumidificador. Esas también pueden joder.
Hermeticidad y control de olores
Tu plantita va a empezar a tirar un aroma riquísimo... pero que se huele a cuadras. Vos te acostumbrás, pero el vecino no. Por eso, cerrá bien el cuarto. Además, eso te va a ayudar a mantener estable la temperatura y la humedad, y a evitar que se te metan bichos o enfermedades.
Si podés, metele un filtro de carbón en la extracción para neutralizar el olor. Y si te da el presupuesto, más adelante hasta podés jugar con CO₂ para que rindan más las plantas. Pero eso ya es nivel 2, tranqui.
Circulación de aire
El aire es vida, hermano. Si no tenés buena ventilación, se estanca el ambiente y las plantas se debilitan. Poné al menos un ventilador oscilante para que mueva las hojas. Eso hace que respiren mejor, que los tallos se fortalezcan y además evita que te agarre moho o plagas.
No tiene que ser un vendaval, eh. Solo que haya movimiento constante.
Intercambio de aire
Aparte del ventilador, necesitás que entre aire fresco y salga el viejo. Lo ideal es tener un extractor con entrada y salida de aire. La entrada va abajo, y la salida arriba, con su filtro de carbón, si podés.
Ojo con que no se filtre luz por las entradas de aire. Hacete unas curvitas con tubos o materiales que tengas a mano, porque la luz no dobla esquinas. Eso también ayuda a que no se te metan bichos.
Climatización
Las plantas necesitan un clima piola: ni mucho calor, ni mucho frío. Y lo mismo con la humedad. Durante el crecimiento les gusta el calorcito húmedo; cuando empiezan a florecer, preferís que esté más fresco y seco.
Para eso podés usar deshumidificadores, calefactores, aire acondicionado portátil... lo que tengas. Hoy en día muchos aparatos vienen con termostato e higrómetro, así que se prenden y apagan solos según lo que necesites. ¡Una masa!
Seguridad ante todo
Este punto no es menor. Un cultivo mal armado puede ser un peligro si no cuidás los detalles. Nada de cables tirados por ahí ni aparatos al ras del piso. Si se cae agua, podés terminar electrocutado o provocando un incendio.
Usá enchufes con protección (tipo disyuntor o GFCI) y mantené todo bien organizado. Poné un extintor cerca del cuarto por las dudas, y si podés una alarma de humo. Nunca está de más.
La construcción
Si te vas a armar tu propio cuarto de cultivo desde cero, podés hacerlo con madera, tornillos, plástico reflectante y algunas herramientas básicas. El Mylar o el plástico negro por fuera y blanco por dentro va como piña para reflejar la luz sin dejar que se escape.
Fijate bien si vas a agujerear paredes, sobre todo si estás alquilando. Y ni hablar de saber dónde hay cables eléctricos escondidos.
La bandeja de recogida
Esta es la que se lleva todos los derrames y hace más fácil la limpieza. Si tenés una bandeja con un poco de profundidad, también podés usarla para que las plantas se rieguen solas unos días si te vas. Ponele un poco de agua y que la chupen desde abajo. Funciona.
¡Y ahora, a cultivar!
Ya tenés el búnker listo. Ahora elegí si te vas por lo orgánico o por los fertilizantes, y buscá esas genéticas que te gustan. Lo importante es que disfrutes el proceso. Cuidar a la planta es cuidar de vos también. Así que ponete cómodo, prendé uno (si ya tenés stock) y empezá este camino que te va a volar la peluca.